Hoy te quiero hablar de un tema apasionante: las emociones.

¿Y por qué te quiero hablar de ellas? Porque son fundamentales para poder encontrar claridad sobre lo que nos ocurre y lo que queremos de la vida.

Mi primer contacto con el estudio de las emociones fue hace 20 años cuando era un estudiante de psicología y desde entonces fui profundizando en ellas, tanto desde la teoría como desde mi propia experiencia.

Si tuviera que resumir hoy qué son las emociones, te diría que son unas mensajeras que nos ayudan a despertar a lo verdaderamente importante, a lo que tenemos que poner atención en este momento. ¡Así de importantes son!

Porque todo aquello que tus emociones te dicen, habla de la forma en que ves la realidad y la forma en que te ves a ti. Por lo tanto, no escucharlas es dejar de escucharte. ¿Y si no te escuchas, quién tiene el mando de tu vida?

Las emociones básicas

Lo que te voy a compartir hoy es un destilado muy práctico para que puedas identificar y comprender tus emociones, y así abrirte a toda la ayuda que ellas te pueden dar en tus momentos de crisis.

Hoy comenzaremos con las emociones básicas y en mi siguiente post te hablaré de las emociones secundarias más importantes.

Las emociones básicas son 6 y son aquellas que compartimos con el resto de los animales. Son más primitivas y por ende tienen un gran impacto una vez que se activan, ya que nos conectan directamente con la necesidad de sobrevivir, por lo que si estás pasando por un momento de crisis, te resonarán profundamente.

Prepara tu cafecito o la infusión que más te guste, porque estás a punto de entrar en un largo viaje que vale la pena recorrer.

Para que lo puedas ir leyendo a tu ritmo te voy a poner aquí las emociones que vamos a ver y con solo pincharlas irás directo a ellas. Así puedes ver algunas hoy, otras mañana o pasar directamente a las que llamen tu atención.

Las emociones que vamos a ver son:

El miedo

La rabia

La tristeza

La alegría

El asco

La sorpresa

El miedo

Nos han enseñado que no es bueno sentir miedo, que el miedo nos ciega y nos hace reaccionar de mala forma a los problemas de la vida, pero lo cierto es que el miedo es una emoción de una gran importancia adaptativa, ya que se encarga de advertirnos cuando estamos frente a un peligro.

Lo que ocurre es que el miedo a veces se activa por situaciones que efectivamente representan un peligro y otras veces se puede activar porque interpretamos que ciertas situaciones son peligrosas cuando en realidad no lo son. Y esto es algo importante a tener en cuenta.

El miedo nos puede salvar de un gran peligro, pero también nos puede hacer reaccionar desproporcionadamente frente a una situación que no lo tiene. Por eso, cada vez que sientas miedo por algo, primero intenta ver si eso que te está provocando miedo es real o es una interpretación tuya.

Una vez activado el miedo, este se apodera de nuestros pensamientos. A esto se le llama el secuestro de la amígdala, que es un órgano pequeñito en el centro bajo de nuestro cerebro, encargada de procesar y desencadenar las respuestas emocionales.

Cuando la amígdala es activada por el miedo, ésta aumenta la actividad noradrenérgica y dopaminérgica en la corteza cerebral, lo que hace que nuestros pensamientos se disparen y no los podamos controlar. De esta forma la amígdala “secuestra” nuestro cerebro, afectando nuestros pensamientos y nuestras reacciones.

Cuando tus pensamientos se disparan, pierdes toda noción de la realidad, la ansiedad y las preocupaciones se disparan y no consigues tranquilizarte.

Un ejemplo muy común, es cuando cometes un error en el trabajo y no puedes parar de pensar en él. Comienzas a pensar que algo muy malo ocurrirá y terminas sin dormir porque seguro te despedirán al día siguiente. Llegas a la oficina sudando, lo comentas al equipo y diez minutos más tarde el problema ya está resuelto y hasta te ríes del tema a la hora del café.

El miedo está hecho para hacernos reaccionar rápidamente y ponernos a salvo de un peligro vital. Si tienes miedo de algo, pero no es un peligro inminente, es mejor que te detengas un momento antes de actuar.

En estas situaciones el contacto con el cuerpo es vital. La respiración, sentir las sensaciones corporales y permitir que tu cuerpo se sacuda o tiemble si hace falta (así es como los animales se quitan el miedo), te ayudará a tranquilizar tu amígdala.

Tomar consciencia de que en ese momento estás así porque estás sintiendo miedo, ayuda mucho para no caer en pensamientos que te generan aún más miedo en una espiral que se retroalimenta a sí misma. Así puedes ganar un poco de tranquilidad para analizar mejor la situación, descubrir cómo te está afectando y tener claridad para actuar.

El miedo bien gestionado nos trae prudencia y estar en sintonía con él nos da seguridad, porque es la emoción encargada de protegernos. Pero para conseguir que juegue a nuestro favor tenemos que aprender a reconocerlo y gestionarlo.

La rabia

Me encanta esta emoción, quizás porque fue una de las que yo tenía más reprimida y comenzar a expresarla ha sido una revolución en mi vida.

Tal vez lo que acabo de decir te ha sorprendido, porque solemos ver la rabia y la agresividad como algo negativo, pero después de que comprendas esta emoción seguro estarás de acuerdo conmigo.

La rabia es una emoción cuya función es ponernos en acción para detener algo que nos hace daño o bien quitar un obstáculo que no nos permite conseguir aquello que deseamos.

Es como una guerrera, siempre dispuesta a defenderte para frenar todo lo que te hace daño y abrirte paso hacia tu fuerza y tu libertad.

Y claro, esta guerrera puede traer consecuencias muy negativas como la violencia, pero su expresión en sí misma tiene un propósito positivo, que es ayudarnos a defendernos y a conseguir lo que necesitamos. De hecho, las personas que reprimen demasiado su rabia pueden caer en estados depresivos.

Se nos ha enseñado que enfadarnos está mal y eso es un gran error. Cada vez que te enfades pregúntate por qué te has enfadado. Es probable que alguien haya sobrepasado alguno de tus límites, que sientas que eres víctima de una injusticia, o que debes quitarte algún obstáculo de en medio.

¿Y qué haces con esta rabia?

En primer lugar, ¡sienta muy bien expresarla! Buscar un lugar con intimidad para poder gritar, golpear unos cojines o hacer una pataleta igual que los niños (ellos tienen más instinto que nosotros los adultos). Es importante descargar esta energía, porque de lo contrario se nos acumula en el organismo como tensión y malestar.

Yo sé que a veces no tenemos el espacio para permitirnos gritar y golpear a lo loco. Y por ridícula que te parezca la escena, yo te recomiendo gritar con un cojín en la boca si hace falta o dar unas patadas y golpes a tu cama. Con tres minutos de descarga yo me quedo bastante mejor y muy empoderado.

Y además de descargar es muy importante que le des una dirección a tu enfado (que para eso sirve la rabia, ¡para actuar!) así puedes ponerle un límite a alguien, luchar contra algo que te parece injusto o movilizarte para enfrentar de una vez ese obstáculo que no te permite avanzar.

Pero tranquil@, no hace falta que actúes violentamente o te pongas a gritarle a la gente, lo mejor es escuchar tu rabia y hacer algo con ella asertivamente. Puedes hablar con alguien y pedirle que deje de hacer algo que te molesta o decidir que es el momento de cambiarte de trabajo porque ya no aguantas más.

La tristeza

Son pocas las personas que valoran la tristeza en estos tiempos de tanta prisa y productividad. Pero cuando descubres el lado bueno de esta emoción, ya no la ves con los mismos ojos.

La función de la tristeza es que puedas evaluar y aprender de una situación que no ha salido como tú hubieses querido, o de algo que has perdido.

La tristeza nos quita la energía y nos hace querer estar solos para que podamos cortar con el mundo exterior y podamos evaluar mejor aquella situación que hemos vivido. De esta forma podemos aprender de esa situación para no volver a repetirla en el futuro.

Otra de las situaciones en que nos embarga la tristeza es cuando hemos perdido a un ser muy querido. Aquí la tristeza nos ayuda a interiorizar esa relación para que todo lo bueno que nos dió, pueda seguir viviendo en nosotros.

Muchas personas dicen que al perder a alguien querido, sienten que un poco de esa persona sigue viviendo en su interior. Eso suele ocurrir cuando hemos realizado un buen duelo y nos hemos permitido experimentar la tristeza.

Hay tres cosas sobre la tristeza que me parece extraordinario comprender y por eso me voy a extender un poco más:

La primera es que hay personas a las que les cuesta contactar con la tristeza porque para sentirla hay que dejarse caer y para dejarnos caer tenemos que confiar en que nos podremos sostener o que alguien más nos va a contener. Por eso cuando una persona comienza una terapia, muchas veces sale una gran tristeza reprimida, porque en la consulta se sienten sostenidas y entonces se permiten eso que estaban reprimiendo tanto tiempo.

La segunda que me parece interesante es entender que la tristeza surge cuando hemos perdido algo definitivamente. Cuando estamos en una situación difícil y aún hay esperanzas, debería de aparecer la rabia, que es la emoción que nos da fuerza para luchar. En cambio la tristeza tiene sentido cuando la pérdida es definitiva.

Hay muchas personas que suelen irse a la tristeza enseguida porque tienen reprimida la rabia y esto lo he visto sobre todo en mujeres. Si este es tu caso te podría ayudar el comprender que si sientes tristeza por algo que no está del todo perdido, quizás te estás desanimando antes de tiempo.

Yo te recomendaría explorar tu rabia frente a esa situación, puesto que esa emoción te puede ayudar a ganar fuerza y empoderarte para rescatar la situación.

La tercera cosa a tener en cuenta es que evitar la tristeza nos retiene en la inmadurez. Muchas de las personas que catalogamos como “inmaduras” suelen ser personas que se lo toman todo a la ligera, que no se comprometen. Van de una cosa en otra sin profundizar, escapando siempre del dolor inherente que tienen las experiencias de la vida.

Esto lo he visto sobre todo en hombres, quienes solemos tener el mandato inconsciente de reprimir la tristeza. Cuando surge un problema o sentimos que estamos frente a una situación en la que no podemos hacer nada, pasamos rápidamente de la frustración a la rabia, y muchas veces tenemos la tendencia de irnos a otra cosa, escapando del problema en vez de enfrentarlo.

Esto nos impide madurar y tomarle el peso a las cosas y las decisiones que tomamos.

En definitiva, la tristeza es la emoción que nos ayuda a aprender de los errores y de los dolores de la vida para madurar. Cuando nos permitimos estar tristes y llorar, podemos sentir una cierta dulzura y alivio, porque hay algo importante de la vida que podemos reconocer en ella, aunque la situación que estemos viviendo no nos guste nada.

La alegría

La alegría se nos dispara cuando ocurre algo que nos gusta. Los estudios de la psicología cognitiva lo atribuyen a cuando conseguimos un objetivo que queremos, pero también hay otros factores, como cuando aparece alguien que queremos después de estar separados o el realizar una acción que es significativa o importante para nosotros.

¿Y cuál es su función?

Nos cuesta ver la función de la alegría porque al parecer no tiene un rol importante en nuestra supervivencia, pero la alegría tiene muchos beneficios. Quizás por este motivo no nos preocupamos demasiado de cultivarla en el día a día y eso puede ser un problema.

Se sabe que a nivel hormonal la alegría nos ayuda a regular nuestros sistemas biológicos ayudando a mejorar el sistema inmunológico y la respuesta al estrés. Y a nivel psicológico nos ayuda como un bálsamo que mejora nuestra autopercepción, disminuye la ansiedad y nos da fuerza para perseverar en nuestras metas.

También la alegría nos ayuda a explorar nuevas posibilidades de resolver un problema, nos vuelve más creativos y nos ayuda a pensar mejor.

Además la alegría cumple una función social fundamental, ya que nos motiva a interactuar y nos predispone a la cooperación y la ayuda mutua.

Todo esto quiere decir que si experimentas la alegría más a menudo, tu cuerpo funcionará mejor, tu mente interpretará las cosas de mejor manera, abordarás las cosas y problemas con más creatividad y tendrás mejores relaciones con las personas, haciendo que éstas se vuelvan más cooperativas hacia tí y viceversa.

Y por supuesto, la alegría también tiene su lado negativo. A veces, por querer experimentar esta emoción, las personas se vuelven adictas a sustancias que les permite llegar a ella sin tener que cumplir ningún objetivo, o por el contrario, algunas personas se vuelven adictas a cumplir objetivos, aunque sea a costa del estrés y del distanciamiento de ellas mismas.

Hay otras personas que tienen facilidad para experimentar esta emoción, pero se apegan demasiado a ella y se autogestionan para sentir que todo siempre está bien, lo que les puede llevar a una superficialidad en la que pierden el contacto con la realidad, ya que evitan constantemente la parte dolorosa de las cosas y eso no les ayuda a crecer y avanzar con los problemas.

Por todo esto, es importante experimentar la alegría siendo reales con quienes somos, no se vale estar siempre alegre si no estás en contacto contigo. De hecho, quizás debes pasar una buena temporada triste o enfadad@, viendo todas esas cosas que no van bien en tu vida. Pero esa puede ser la base para construir una vida más feliz en el futuro, con alegrías que serán más “sostenibles” y no pan para hoy y hambre para mañana.

El asco

Recuerdo el día que probé las lentejas y por fin me gustaron. Fue una auténtica epifanía, ese sabor a tierra calientito y nutritivo. Quizás tuvo algo que ver el hecho de que las estaba comiendo en una montaña muy aislada en un encuentro espiritual – ecológico, donde no comías demasiado. Pero el caso es que me supieron a gloria.

Ahora pienso en ello y me causa mucha risa pensar en todas esas batallas campales de pequeño con mi madre, en todas esas horas que me dejaban frente al plato de lentejas porque yo no me las quería comer. ¡Cuánto sufrimiento me traían las lentejas y cuanto placer me dan hoy!

Pues esto mismo nos puede pasar con ciertas personas y ciertas situaciones. Hay momentos en que no puedes soportarlas, pero ojo, quizás en otro momento dirás: “madre mía, de lo que me estaba perdiendo!”

El asco es una emoción que te ayuda a detectar algo que es tóxico para ti. La sensación del asco se nos despierta orgánicamente cuando olemos o comemos algo en mal estado, y de esta forma el organismo rechaza esa comida que dañará su organismo.

Del mismo modo, hay situaciones o personas que nos producen asco porque no nos sientan bien. Esto se traduce en un gran rechazo y un profundo malestar.

Muchas veces sentimos este asco psicológico por algunas personas pero no le prestamos atención porque nos parece algo irracional y nos forzamos a estar con personas o situaciones que no nos van bien.

A lo mejor te dices ¿por qué me pasa esto con Sultana, si ella no me ha hecho nada? Pero puede ser que Sultana está constantemente haciéndote ver tus fallos y te hace sentir menos, lo que afecta tu autoestima y tu seguridad.

Quizás es buena idea alejarte de esa persona porque te está dañando y te hace mal. O quizás el solo darte cuenta de la situación ya te ayuda a tolerarla mejor y estás bien así.

Pero las personas somos un poco más complicadas y a diferencia de los animales, hay comidas que son buenas para nosotros, pero nos dan asco y las rechazamos. Y esto quizás es muy difícil de hacer entender a un niño (en mi caso ni te imaginas como fué), pero por suerte aquí ya somos adultos : )

Y esto mismo nos puede pasar con las personas. Yo las llamo “personas lenteja”.

Esto pasa cuando esa persona tiene una característica que tú rechazas, pero que quizás te vendría bien poner en la vida. Entonces el contacto con esa persona te puede servir para conocerte mejor e incluso aprender de esa persona en vez de rechazarla.

A mi me ha pasado con personas a las que aparentemente todo les sale bien. Siempre sentí rechazo por personas así, hasta que comprendí que lo que en realidad sentía era envidia.

Comprenderlo me permitió acercarme más a ellas y comprender que no éramos muy diferentes. Ellas tienen sus problemas como cualquiera y si ellas pueden conseguir cosas valiosas para su vida, yo también puedo. Esto me ha ayudado a confiar en mí y a buscar el éxito sin tanto pudor.

En este caso superar el asco fue muy positivo. Como un niño que se abre a probar cosas que cree que “no le gustan” y terminan por gustarle.

Entonces, si una persona te produce asco, vale la pena que te hagas un par de preguntas: ¿Qué me pasa con esta persona? ¿Qué tiene esta persona que me produce este rechazo? ¿Debería alejarme porque realmente me hace daño o debería abrirme un poco más a su presencia?

Lo importante es que puedas escucharte.

La sorpresa

La sorpresa es una emoción de la que se habla muy poco en términos psicológicos, ya que tiene una función muy acotada, pero me parece una emoción importante porque habla de qué tan abiertos estamos ante la vida.

La sorpresa tiene la función de despertar nuestra atención y focalizarla sobre eventos novedosos para poder registrarlos rápidamente y reaccionar ante ellos de la mejor forma posible.

La vida está llena de eventos impredecibles y novedosos, y mientras mejor sepamos reaccionar ante estos cambios, mejor podremos aprender de ella y valorar su peculiar forma de ser.

Por eso quiero preguntarte ¿Cómo es tu relación con la sorpresa? ¿Te gusta o no? ¿Eres de las personas a quienes la vida les sorprende constantemente o sientes que ya lo has visto todo y que la vida no tiene nada que ofrecerte?

Son preguntas que merece la pena hacerse.

Si eres una persona que odia las sorpresas y quiere tenerlo todo controlado, es posible que la vida te de infinitos y recurrentes motivos para pasarlo mal. Abrazar la sorpresa te puede ayudar a abrirte a nuevas posibilidades, a reencontrarte con lo bonito de vivir y gastar menos tiempo y energía en tener que tenerlo todo siempre controlado.

Si eres una persona que por el contrario, vives demasiadas sorpresas en tu vida y sientes que no tienes control de nada de lo que te ocurre, quizás es tiempo de empezar a revisar tus rutinas y tus objetivos, ya que es importante encontrar cierta estabilidad y dirección para poder vivir con plenitud los cambios de la vida.

Y como la sorpresa es una emoción rápida que viene y se va, lo voy a dejar hasta aquí.

Una vida con emociones

Espero que este viaje a través de las 6 emociones básicas, te haya ayudado a comprenderlas mejor y te motive a comenzar a relacionarte mejor con ellas.

Para mí son una luz en nuestra vida, por mucho que a veces experimentarlas nos resulte desagradable o incluso nos de miedo porque nos dijeron que eran peligrosas, como la rabia o la tristeza.

Te envío un gran abrazo!