¿Has observado alguna vez cuánto miedo hay en tu vida? ¿Si lo midieramos del 1 al 10 cuánto dirías que vives desde el miedo? Muchas veces sentimos miedo ante algo; una situación, algo que viví, una cosa/persona… El miedo es una de las emociones básicas y como toda emoción tiene su función.

En su función sana el miedo aparece para protegernos de algo, pero ¿qué pasa cuando casi todo nos da miedo o cuando el miedo está presente en nuestra vidas durante largas épocas y hasta incluso años? ¿Qué pasa cuando el miedo se cristaliza en nosotr@s y vivimos “adict@s” a él?. Es en ese momento cuando, casi sin darnos cuenta, nos convertimos en “un miedo con patas” y desde ahí vamos a la vida y a nuestras relaciones.

DEJAR DE EVITAR EL MIEDO NOS ACERCA AL AMOR

En mi vida la emoción del miedo me ha acompañado muchísimo y aún me acompaña hoy, eso sí de otra manera. A mis 26 años, después de mucho sufrimiento y angustia, decidí pedir ayuda para poder buscar solución a diferentes problemas que tenía en aquel entonces (uno de ellos, el miedo que sentía a diario). Así fue como inicié un camino de autoconocimiento y de a poco empecé a amigarme con algunas emociones, que por aquel entonces, no aceptaba nada (el miedo, la rabia, frustración…). Cuando hablo de amigarme con el miedo por ejemplo, no hablo de resignación y sí en cambio de aceptación. Dejar de luchar contra el miedo y pasar a sentirlo, darle espacio en mi interior, dejar que hable y se exprese a través de mi cuerpo y dibujarlo han sido algunas de las experiencias que me han acercado al camino del AMOR en mayúsculas. Y es que para mí la aceptación siempre nos trae apertura a diferencia de la resignación o la evitación.

En el pasado de poco me servían los intentos por no sentir miedo o de querer que desapareciera de mi interior. Algunos de los miedos que más me paralizaban y me congelaban eran el miedo a lo desconocido, el miedo a no saber, el miedo a equivocarme, el miedo al rechazo, al abandono, a sentir dolor (en cualquiera de sus modalidades)…

Cuando decidimos conscientemente empezar a sentir el miedo y darle un lugar en nosotr@s dejamos de luchar. Acompañarnos de manera compasiva en esto y en todo lo que nos incomoda nos acerca a amarnos y eso es una gran revolución

EL AMOR COMO ACTITUD VITAL AMOROSA ANTE LA VIDA

Pasar del miedo al amor ha sido y aún hoy sigue siendo lo que más ha impactado mi vida en todo los sentidos y en todos los ámbitos. Realmente esta es mi revolución (como dice la canción de Cuatro Pesos de Propina;

“Esas es mi revolución

llenar de amor mi sangre y si reviento

que se esparza en el viento

el amor que llevo dentro”.

Empezar a vivir desde aquí es realmente un acto revolucionario que mueve cielo y tierra y que también remueve a una por dentro.

Que quede claro, que no hablo de convertirme en una “happy flower” que grita a los cuatro vientos “haz el amor y no la guerra”. Noooo, para nada me refiero a eso. Hablo de cómo poco a poco, en mi proceso de crecimiento personal he ido integrando una actitud vital amorosa ante la vida, un AMOR como estado interno, independientemente de lo que esté sucediendo en mi vida.

EL AMOR EXPANDE Y EMPODERA, EL MIEDO CONTRAE Y EMPEQUEÑECE

Y es que el AMOR expande, afloja, abre, engrandece (empodera), ablanda. Por el contrario, el miedo contrae, tensa, cierra, empequeñece, endurece. El cuerpo, gran contenedor que almacena todo lo que vivimos, nos pasa la cuenta día tras día de cómo estamos y cómo nos sentimos. Nos avisa con sus zonas duras, dolores articulares, tensiones musculares y hasta enfermedades. Por el contrario, el cuerpo también se abre, se libera, se expande, se relaja, se afloja. Pura plasticidad. ¡No me deja de sorprender!

Decidir darnos más amplitud, expresión y apertura tanto en el cuerpo, como en lo emocional, en lo mental y en lo espiritual es una elección personal y muchas veces requiere de implicación y compromiso con un@ mism@. También implica valentía y coraje ya que no siempre el camino es apacible y tranquilo y aún así, merece la pena recorrerlo.

Tomar conciencia de quien somos sin aditivos, abrirnos a sentir y poder expresarlo de manera espontánea (sin juicios de bueno/malo, correcto/incorrecto, apropiado/inapropiado) son algunos de los aspectos que más nos acercan a poder vivir una vida amorosa para con nosotr@s y con l@s demás. Esto nos ayuda a soltar el control, a soltar la dictadura de la razón que muchas veces nos oprime y nos quita la libertad y autenticidad.

Ser como yo quiera ser, permitirme sentir lo que sea, pensar lo que sea que piense y hacer lo que quiero (conociendo mis límites y entendiendo que hay un otro), me ha abierto en canal y aún hoy sigue abriendo mis propias puertas y agrietando también mis muros. A través de los muros cada vez pasa más luz. ¿Y no es esto puro amor? Hacia una misma, hacia lo humano, hacia lo vulnerable, hacia el ser, hacia la vida…

Con cariño,

Alba

PD: me encantará leer tu sentir sobre este artículo, si te animas!