¿Te has parado a observar cuántas veces te quejas y requetequejas a lo largo de un día? ¿Y a lo largo de una semana? ¿Y de un mes? Que si esto es una mieda, que si es una injusticia, que si mi jefe me la tiene jurada, que si soy una desgraciada porque todo lo malo me pasa a mi…Suma y sigue! Y es que muchas veces nos quedamos instaladas en una especie de queja permanente que hace que vivamos una vida gris, angustiosa y llena de malestar.
Desde este lugar, sentimos que todos los problemas que tenemos en la vida son el resultado de algo que está fuera de nuestro control (aguantar un jefe que me explota y me trata mal, sentirme desconfiada porque he tenido una familia fría y distante, los hombres me abandonan porque no se quieren comprometer, etc). Y así es como sin darnos cuenta nos pasamos la vida buscando argumentos externos que justifiquen nuestras desgracias y problemas.
Cuando nuestras niñas heridas toman el mando
Cuando vivimos la vida desde la queja es como si nuestra niña de 5 años herida se apoderara de nosotras, tomara el mando y montara una pataleta descomunal (la que nunca le dejaron montar!). Apuntaramos con el dedo a los demás y no asumimos nuestra parte del pastel. Nuestra niña gritara; fue él, fue ella, yo no he sido, es su culpa, yo no he hecho nada!
No es raro que esto pase ya que dentro de nosotras hay una niña herida que aún hoy muchas veces sigue sin ser vista ni atendida. Así es como nos van pasando cosas, situaciones, momentos donde esa herida se abre y aflora el dolor, la pataleta que no pudimos montar, el berrinche que no nos permitieron, el llanto que aprendimos a bloquear y también la queja que no nos dejaron expresar.
Construyendo el sendero de la adulta para responsabilizarnos
Empezar a soltar la queja y coger la responsabilidad de nuestra vida es algo que trabajamos muchísimo en terapia y que trae cambios profundos y muy significativos. Es como construir un sendero paralelo al de la niña y empezar a tener en cuenta en la ecuación a la adulta que hoy somos. La adulta nos invita a la responsabilidad, a hacernos cargo. Nos invita a mirarnos y mirar nuestro papel en lo que esté aconteciendo ¿Qué parte de esto es mi responsabilidad? ¿Qué estoy haciendo yo ante esta situación? ¿Qué papel juego en esto que está pasando?
Y es que coger el camino de la responsabilidad implica dejar de poner el foco afuera (en el otro) y empezar a ponerlo hacia adentro (mirar qué hacemos nosotras ante x situación o problema). Mirando hacia adentro es identificar nuestros roles más viciados, nuestros mecanismos de defensa automáticos, nuestra manera de relacionarnos, de reaccionar, de evitar, de manipular, de seducir… Poder vernos con nuestros papeles y nuestros jueguecitos (a veces conscientes y muchas otras veces inconscientes) nos acerca a darnos cuenta de algo valiosísimo! Posiblemente una de las cosas más valiosas que tenemos y es que somos nosotras, y únicamente nosotras las que tenemos el poder de cambiar las situaciones de nuestra vida. Ante esto ya no importa lo que haga o deje de hacer el otro, de hecho esto pasa a ser casi anecdótico.
Para tomar a la adulta antes hay que tomar a la niña herida
Pero este camino no lo podemos hacer sin tomar previamente a nuestras niñas heridas. Para responsabilizarme de mis asuntos antes he tenido que poder entrar en diálogo profundo con mi niña, con todo lo que vivió, con su sentir, sus necesidades y también con su dolor. También con lo que necesita hoy que le de yo como adulta. Quizás hoy necesita el juego y la diversión que no tuvo, o escuchar palabras de amor que la hagan sentir querida y valorada, o simplemente dejar que exprese sus emociones… Cada una de nuestras niñas sabe bien lo que necesita, sólo necesitamos entrar en comunicación con esa parte de nosotras que está esperando ser escuchada y atendida.
Y este movimiento de cuidado hacia nuestras niñas también es algo que toma nuestra adulta. La responsabilidad de maternar hoy a nuestras niñas heridas ofreciéndoles así lo que nuestros padres/cuidadores no pudieron/supieron darnos es algo que también recae en nuestras adultas. Dejar de esperar lo que mamá/papá me dará algún día y dármelo yo misma también habla de responsabilidad y no de queja.
La responsabilidad = libertad y frescura
Es en estos momentos cuando estos dos caminos, el camino de la adulta y el de la niña se entrelazan y danzan entre sí desarrollando una profunda relación entre estas dos partes que todas tenemos. A momentos el mando lo toma la niña, a momentos la adulta pero cuando hemos decidido vivir una vida responsabilizándonos la queja empieza a desvanecerse y en algunos casos hasta llega a desaparecer. Dejamos de buscar culpables, entendemos que esto no va de buenos ni malos y sí va de hacernos cargo de nuestra parte y de qué podemos hacer con ella. Para mi esto es lo que más se acerca a la libertad.
Y esta libertad muchas veces trae un giro de 180º, al menos en mi caso ha sido así. Ha sido aire fresco en mi vida. El sufrimiento se ha aflojado, la creatividad se ha despertado y hoy vivo más curiosa, cada día más gozosa y hasta más enérgica. Me siento más segura de mi misma, más motivada y he dejado de ser víctima. ¡Hasta el humor se ha convertido en mi compañero de viaje ante ciertas dificultades y me allana el camino en mis partes más densas! Aaaaiii queridos y queridas, qué nunca falte el humor en estos caminos de la vida y el crecimiento personal, que nunca falte el humor y el amor.
¡Qué viva la libertad, el humor y el amor!
Con tremendo cariño,
Alba