La libertad es uno de los grandes baluartes de nuestra era moderna, que asomó como un derecho universal en la declaración de Independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa, con su lema Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Mucho ha llovido desde entonces y muchas han sido las guerras y discursos políticos que se han movilizado en pro de la libertad. Hoy en día sin ir más lejos, la libertad es una palabra redundante en los discursos que escuchamos de políticos de todo el mundo.
La libertad es sin duda un tesoro muy preciado, uno por el que cientos, o tal vez miles de millones de personas han estado dispuestas a dar su vida. Y en ese contexto, quiero preguntarte, ¿Qué has hecho con tu libertad?
Nos gusta saber que somos libres en nuestras vidas, pero ¿lo somos realmente? Aquí podemos entrar en una gran discusión filosófica y podrás buscar mil argumentos para decirme que sí o que no, pero hay una cosa que te puede ayudar a saberlo sin mucho temor a equivocarte:
¿Sientes entusiasmo por tu vida?
Si hay libertad en tu vida, entonces debe haber entusiasmo por ella, si no hay entusiasmo, es muy probable que psicológicamente no esté, o que al menos no estás pudiendo verlo.
Piensa en la independencia de Estados Unidos, o en el pueblo Francés que se tomó la Bastilla y más tarde fue detrás de Napoleón por toda Europa. Toda esa gente estaba tan llena de entusiasmo por su libertad que logró lo impensable.
Y si te fijas bien, cada vez que te has sentido en la libertad de hacer algo solo porque puedes y quieres hacerlo, aunque no tenga sentido, aunque no ganes nada con ello. Te sobreviene una tremenda carga de entusiasmo.
Un sorprendente estudio
Un estudio realizado por Lepper en 1973, consistió en dividir a unos niños a los que les gustaba dibujar en tres grupos. A uno de estos grupos se les ofrecía un premio por cada dibujo realizado, a otro no se le daba ningún premio y a un tercer grupo se les daba un premio de forma inesperada.
El resultado de este experimento fue que el grupo de los niños que recibía un premio realizó una cantidad mucho menor de dibujos respecto a los grupos en que no esperaban ningún premio. ¿Parece increíble verdad?
Pues sí, cuando le ofreces un premio a alguien por hacer algo que por libertad propia quiere hacer, la motivación y el entusiasmo se disminuye. A esto se le llama el “costo oculto de la recompensa”.
Así que sí, no es raro que al hacer algo por el gusto de hacerlo te sobrevenga un gran entusiasmo, incluso -y sobretodo- si no hay una recompensa.
Alcanzar la propia libertad
Esa libertad que nos trae el entusiasmo y las ganas de estar vivos solo la podemos conseguir con un deseo que nace desde lo más profundo de uno.
Ese es el tipo de libertad que de verdad nos inspira en la vida y la que nos da fuerzas cuando las cosas se ponen difíciles en el camino. No tiene nada que ver con recompensas o con hacer las cosas “bien”.
Pero a veces no sabemos dónde está, son muchísimas las experiencias de la vida que nos van dejando sin tiempo para cultivarla, sin fuerzas para sostenerla, o que frustración tras frustración, nos van cerrando a ella.
La buena noticia es que esa libertad no tiene que ser un cambio radical en tu vida. Puedes comenzar a cultivarla desde cosas pequeñas y sencillas. Poco a poco, ellas se irán ganando más espacios en tu vida y te darán la fuerza para hacer los cambios que necesites en tu vida, si es que hace falta.
Encontrarse con uno mismo siempre es una batalla que vale la pena luchar. Yo diría que la que más.
Un abrazo,