Cuerpo frágil, cuerpo piel, cuerpo viejo, cuerpo deseo, cuerpo vulnerable, cuerpo cansado, cuerpo eléctrico, cuerpo censurado, cuerpo fuego, cuerpo marcado, cuerpo bello, cuerpo dolor, cuerpo escalofrío, cuerpo sudado, cuerpo órganos, cuerpo peludo, cuerpo asco, cuerpo vivo…
Hoy hablamos del cuerpo, el gran olvidado y es que ya sólo leer o escuchar la palabra “cuerpo” nos trae un sinfín de imágenes, sensaciones, experiencias, creencias…Algunas agradables, otras no tanto. Vamos, que el cuerpo no deja indiferente a nadie.
¿Cómo te relacionas con tu cuerpo?
Para muchas de nosotras el cuerpo ha sido durante muchos años un mero instrumento de transporte que nos ha servido para desplazarnos, ir aquí y allí, hacer cosas…como si fuera el coche que nos ha tocado conducir en esta vida, sin más. Para otras ha sido un ovillo de sufrimiento haciendo grandes esfuerzos para encajar en cánones de belleza preestablecidos y estereotipados. Otras han vivido el cuerpo como una fuente de dolor físico permanente, enfermedades, malestar y frustración.
Sea como sea que haya sido tu relación con tu propio cuerpo hasta hoy, quiero que sepas que puedes encontrar una alternativa. Da igual la edad que tengas y quien eres. Todas tenemos la opción de hacer un “stop” en el camino y tomar un sendero más apacible y respetuoso para con nosotras y con la relación con nuestra casa, con nuestro cuerpo.
El cuerpo, el gran olvidado
¿Cómo es que en general, a medida que vamos creciendo, nos vamos desconectando cada vez más del cuerpo?
Piensa unos segundos cómo ha sido tu relación en el pasado con tu cuerpo; en tu infancia, adolescencia, juventud… hasta hoy. Seguramente a muchas de nosotras se nos ha estimulado ya de bien pequeñitas todo lo que tiene que ver con la inteligencia y la mente. Igual has tenido unos papás que ya de muy pequeña te remarcaban la importancia de estudia mucho, sacar buenas notas en la escuela y ser muy inteligente para tener un buen futuro profesional. O quizás has vivido que la escuela era un lugar donde desarrollaban gran parte de tus habilidades cognitivas tales como memorizar, analizar, interpretar, razonar, relacionar, sintetizar y en cambio no había demasiado espacio para otras esferas como el sentir, el gozo, la conexión con la belleza, la creatividad, el despertar de la energía vital…
Ya de muy pequeña recuerdo como mi mamá me decía que tenía que estudiar para tener un buen trabajo, tener dinero y así poder ser independiente y evitar que me mantuviera ningún hombre. De alguna manera u otra, a muy temprana edad fui entendiendo que si quería que me fuese bien en este mundo tenía que esforzarme, ser inteligente y estudiar. Así fue como poco a poco mi cuerpo fue quedando en un segundo plano y mi mente se fue convirtiendo en “the fucking boss”, la jefa, la que maneja el cotarro.
A medida que me iba haciendo mayor me iba desconectando de mi cuerpo, de mis sensaciones, de mis emociones, de mi sentir… (¡Claro, lo emocional no me ayudaría a sobrevivir en este mundo mental! Todo eso que a mí me pasaba no era tan importante).
Y crecía y crecía y crecía sin darme cuenta que cada vez me alejaba más y más de mi cuerpo. Hacía malabares para reprimir mi extrema sensibilidad y hacer ver que no era un ser emocional (“no llores aquí Alba, contrólate”). Paulatinamente dejé de atender las señales que mi cuerpo me enviaba en forma de síntoma, malestar, dolor… Todo lo incómodo chao, lo evitaba y…. ¡pa adelante, a seguir!
Ahora puedo ver con cariño como mi cuerpo nunca me abandonó y siempre estuvo mirando por mí, por mi bien. Cuando sentía ansiedad día tras día, cuando mi cara brotó de acné a los 20 años, cuando mi rabia y mi enfado gritaban bajo un tremendo malestar y una permanente insatisfacción… Todo eran señales de “alerta” que mi cuerpo me enviaba intentando comunícame que algo necesitaba ser mirado, atendido, escuchado, recibido. Y yo, ¡ni caso! La comida, el alcohol, fumar, salir (como la canción de Extremo Duro “salir beber, el rollo de siempre…”) y hacer cosas parecía que calmaban mi malestar pero sólo lo parecía… las señales seguían avisándome y yo las intentaba tapar o esconder de alguna manera u otra.
El cuerpo como aliado
Sí, la buena noticia es que el cuerpo no nos abandona nunca, bueno sí, cuando morimos, claro. Si el cuerpo no nos abandona en vida, también diría que nuestra Alma tampoco nos abandona. Hoy puedo reconocer cómo mi Alma luchaba insaciablemente intentando enviarme todo tipo de señales para mirar mi malestar y buscar alternativas. Señales que a veces captaba y otras no. Primero llegó la meditación a mi vida, luego la Terapia Gestalt y más adelante el trabajo corporal. También llegaban personas clave que me traían nuevas oportunidades, intuiciones, nuevas experiencias, señales que me iban mostrando el camino, el camino de vuelta a mí, de vuelta a mi cuerpo.
Abrir horizontes. Abrir, abrir, abrir… El tema iba de abrir.
Así fue como poco a poco fui abriéndome a explorar e incluir otras maneras de poder estar en la vida. ¿Podría yo aprender a vivir una vida más desde el cuerpo? ¿Sería posible aflojar mi mente, vivir mentalmente más calmada y menos preocupada? Tachan! La respuesta es SÍ, sí se puede.
Y obviamente, si yo he podido vivir más en sintonía con mi cuerpo y mis emociones tú también puedes. Como todo es un tema de práctica. He necesitado aprender a bajar de la mente al cuerpo. Como un ascensor que está en el tercer piso (cabeza) y tiene que bajar a la planta baja (cuerpo).
Aprender a observar mis pensamientos, no darles “comidilla” (en especial a los saboteadores y dañinos) y poder cultivar la presencia y el “aquí y ahora” me ha ayudado a aquietar la mente y poder bajar a la planta baja.
También me ha sido extremadamente útil aprender a parar, tema que sigo trabajando a diario (ya sabes, la cabra tira pa el monte). Para sentir hay que poder parar. Sentir las emociones y como las vivo yo en mi cuerpo. Percibir qué siento en el cuerpo cuando siento dolor, frustración, tristeza, alegría, paz, entusiasmo… Atreverme a sentir sin filtros, sea lo que sea y poder expresarlo con el cuerpo, la voz, el arte, la danza, la escritura… Vaya descubrimiento fue para mí empezar a sacar afuera mi sentir y dejar de poner la energía en reprimir lo bloquearlo.
El espacio terapéutico es para mí el lugar donde he podido ir poniendo en práctica todo esto para luego poder llevarme los aprendizajes a la vida, a mi vida. En el encuentro terapéutico he podido aprender a escuchar mi cuerpo y ver qué me está trayendo. Aquí es donde tomo conciencia de lo que necesito y lo que no me sienta bien. Es donde sigo practicando una escucha más amplia, no tan solo la que pasa por mis orejas, también la que me pasa por mi piel, mis sentidos, mis vísceras y mi alma. Es donde aprendo a adquirir otros registros nuevos que me amplían, que me ensanchan. Que ensanchan mi cuerpo, mis emociones, mi mente y mi espíritu.
En el espacio terapéutico es donde aprendo a respirar profundo cuando me congelo y me paralizo ante algo que me aterroriza. Es donde una mano me ayuda a aflojar mi tensión cervical y me recuerda que el camino de “lo aflojado” y lo liviano también puede ser mi camino. Es donde puede estallar mi mundo emocional sabiendo que hay un otro (terapeuta) que me contiene y no saldrá corriendo y me abandonará. Es más, pase lo que pase me brindará su mano y me acompañará a mirar, a sentir, a explorar…
Aquí es donde puedo sentir la estabilidad y la fuerza de mis apoyos (mis pies y mis piernas) cuando algo me ha tirado al suelo y me digo que ya no tengo fuerzas para seguir. Aquí es donde puedo reír a carcajadas y reírme de mí. Y también llorar y babear como la bebé que era… Aquí es donde trabajamos a favor del cuerpo y no en contra de, incluyendo lo que éste nos trae.
Muchas ya sabéis de qué os hablo. Para otras igual esto os suena rarísimo. Y quizás para alguna estas líneas es un mensaje de vuestra alma enviándoos un “Houston, tenemos una ALERTA”. Sea como sea mi deseo para este 2024 es mucho cuerpo para todas en todas sus formas, versiones y complejidades. Ojalá el cuerpo sea nuestro gran aliado este año y los años que nos queden por vivir, ojalá sea nuestro compañero de camino y no quede en nuestro olvido nunca más.
Con mucho cariño os abrazo fuerte,
Alba un artículo fantástico . Muy bien explicado todo el proceso que es así!!
Me encanta Alva !!!
Cuidarnos, sentir el cuerpo que es el que alberga todo nuestro ser!
Gracias
Besitos
Germán
Gracias Javier! Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Sigo caminando mi cuerpo y descubriendo cosas magníficas. Un abrazo grande Javier!
German, gracias! que a este 2024 le pongamos mucho cuerpo a la vida y mucho sentir!
Un beso enorme y espero que estés muy bien.